Nos encontramos en pleno desierto de Judea, en el área geográfica comprendida entre Jerusalén y Jericó; en el lugar que los Acuerdos de Paz firmados en Oslo entre palestinos e israelíes denominaron “Zona C”. Allí, en terrenos desérticos e inhóspitos, donde el calor del verano es sofocante y el frío del invierno llega a ser helador, habita marginada, tanto por las autoridades palestinas como por las hebreas, la comunidad de beduinos Jahalin.
Su vida transcurre en un territorio degradado, que a menudo alberga los vertederos de basura a cielo abierto de los barrios árabes de Jerusalén Este. Las haimas y las barracas de precaria construcción son los únicos edificios permitidos en un lugar donde la construcción está terminantemente prohibida desde 1993. La mayoría de las chabolas carecen de agua corriente, de luz eléctrica y de servicios higiénico-sanitarios.
Estas circunstancias, unidas a los altos índices de pobreza, de paro y de discriminación hacen mella fundamentalmente en el sector más vulnerable de la población: los niños más pequeños, que se ven imposibilitados para asistir a la escuela infantil, y que, para estudiar en las escuelas de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos), situadas a 30 km, deben buscar quien les transporte cada día poniendo en riesgo sus vidas en las cunetas de carreteras con tráfico intenso.
Antecedentes
En el año 2008, las misioneras combonianas comenzaron a trabajar con los beduinos Jahalin. El suyo es trabajo arduo, en el que diariamente han de sortear infinidad de dificultades. Su dedicación, que a veces no es bien comprendida, tiene como única finalidad colaborar con los más desfavorecidos.
En el año 2008, las misioneras combonianas comenzaron a trabajar con los beduinos Jahalin. El suyo es trabajo arduo, en el que diariamente han de sortear infinidad de dificultades. Su dedicación, que a veces no es bien comprendida, tiene como única finalidad colaborar con los más desfavorecidos.
Las hermanas combonianas han hecho de la educación de los más pequeños una prioridad, y con ayuda de diversas organizaciones civiles y religiosas, como un grupo de arquitectos de la ONG italiana “Vento di Terra”, jóvenes voluntarios hebreos canadienses o los Rabinos israelíes por los Derechos Humanos (RHR-il), lograron levantar una de las escuelas más peculiares que probablemente haya existido nunca: un edificio con cuatro aulas espaciosas, un despacho para la administración, patio y servicios, construido con 3.000 neumáticos rellenos con tierra. La escuela ha sido reconocida por el Ministerio de Educación de la Autoridad Palestina, pero ha desafiado la estricta prohibición de edificar en la zona. Mientras esperan la resolución de los tribunales, que podrían ordenar su demolición, en el colegio se imparten clases con total normalidad.
Colaboración de Manos Unidas
Colaboración de Manos Unidas
Tras esta escuela han llegado las de los más pequeños. Las maestras beduinas y los miembros de la comunidad Jahalin denunciaron la casi nula preparación de los alumnos que ingresaban en los cursos de primaria. Pero para estos pequeños no había escuela infantil. Y las condiciones de la zona incrementaban las dificultades a las que normalmente se enfrentan los más desfavorecidos a la hora de escolarizar a sus hijos: el bajo rendimiento escolar y la alta incidencia de absentismo y abandono, sobre todo entre las niñas, debidos a la carencia de habilidades sociales necesarias para seguir la disciplina y el ritmo de la escuela.
Finalmente, se llegó al acuerdo de acondicionar la mínima infraestructura existente (tiendas y barracas compatibles con las restricciones de construcción) y establecer una red de escuelas infantiles en los campamentos beduinos, capaces de albergar, en una primera fase, a 120 niños y niñas. Además, se daría formación a 10 jóvenes maestras beduinas en el centro Al Sabah de Jerusalén Este, en cursos intensivos de educación infantil de tres meses de duración.
Finalmente, se llegó al acuerdo de acondicionar la mínima infraestructura existente (tiendas y barracas compatibles con las restricciones de construcción) y establecer una red de escuelas infantiles en los campamentos beduinos, capaces de albergar, en una primera fase, a 120 niños y niñas. Además, se daría formación a 10 jóvenes maestras beduinas en el centro Al Sabah de Jerusalén Este, en cursos intensivos de educación infantil de tres meses de duración.
Manos Unidas se ha sumado con entusiasmo a este proyecto destinado a mejorar la vida de los niños beduinos Jahalin, niños víctima de un conflicto que ellos no han provocado y que dura ya demasiado tiempo.
En la aprobación de sus proyectos Manos Unidas no hace ninguna distinción por raza, religión o país y únicamente tiene en cuenta el bienestar y el desarrollo de los más desfavorecidos, en este caso, los niños.