Con motivo de su ordenación, hemos rescatado un breve artículo que Manolo escribió en el Boletín nº 42 de su Parroquia, la del Sagrado Corazón y Ntra. Sra. del Pilar. Podéis leerlo aquí debajo.
Joven sacerdote - Sacerdote joven
En primer lugar, quiero dar las gracias a Don José por hacerme partícipe de nuestro boletín, por medio de este artículo, que él me pidió para que hablara de la vocación.
A la hora de ponerme a escribir son muchas las ideas que me vienen a la cabeza, pero sobre todo muchas preguntas, ya que al término de mi Seminario veo que estamos once seminaristas este año, por lo que digo ¿qué pasa en nuestras vidas? ¿Sigue llamando el Señor? ¿A quién? ¿Esto de ser sacerdote ha pasado de moda? ¿Dónde están las personas dispuestas a entregar sus vidas?
Son muchas las preguntas que me asaltan y muchas las observaciones que a raíz de ellas, realizao en mi vida.
Primero me miro y me pregunto ¿fue fácil para mí darme cuenta? Y os puedo asegurar que Nuestro Señor se tuvo que armar de mucha paciencia hasta que yo diera el paso, hasta que me diera cuenta de qué es lo que Él quería de mi vida. Cristo sigue llamando en nuestras vidas y nos sigue pidiendo que lo entreguemos todo para seguirle desde cualquier estado de la vida en que nos encontremos y desde el que nos llama, pero somos nosotros los que tenemos nuestros sentidos cerrados a la voz del Señor. Pero ¿cómo puedo yo escuchar a Cristo, si Él no me habla? Era una de las dudas que yo tenía. Poco a poco fui dándome cuenta de que Dios está mucho más dentro de mí de lo que yo pensaba, pues sí es verdad que yo no lo veo, pero porque no lo vea, ¿ya no existe? ¿Ya no se comunica conmigo? Mirad, con el tiempo he ido viendo que lo más importante en nuestras vidas, que las cosas que nos mantienen vivos, nadie las ve. ¿Alguien ve el aire? ¿Alguien ve el amor?... Nadie me podrá decir que el aire no existe, ni el corazón, ni el amor, pero ¿si no lo vemos cómo podemos hablar de ello? Todos sentimos cómo el aire entra en nosotros, cómo el corazón palpita en nuestro pecho, cómo amamos al otro. Estas son las cosas que nos mantienen vivos y que nadie ve pero ninguno las niega. Sin embargo, cuando te das cuenta e intentas sentir tu respiración, podemos comprobar la tranquilidad en nuestro cuerpo, es incluso medicina para nosotros contra el estrés, pero tenemos que observar nuestra propia respiración, mientras tanto pasa desapercibida, no la sientes y no te das cuenta de ello.
Pues bien, con Cristo pasa igual, Él es más importante que todo lo que nos rodea, no lo vemos pero lo sentimos, lo podemos oír. ¡Nadie puede negarnos que Dios exista y que Él nos habla! Jesús nos dice "A los de la derecha: venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces le dirán: ¿cuándo te dimos de comer o de beber, cuando te visitamos o fuimos a verte. Y le dirá: cada vez que lo hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis". Así pues, al Señor lo sentimos en cada uno de nuestros hermanos, y también Él nos va mandando personas en nuestro camino para que nos vayan abriendo los ojos y los oídos de manera que nos va diciendo lo que quiere de nosotros. Ahora tenemos que estar atentos, como esa respiración, para poder ver lo que quiere el Señor. No dejemos pasar las distintas situaciones de nuestra vida, estemos siempre con mucho esmero para que veamos cómo Dios va guiando nuestra existencia. Y cuando te paras a vas viendo las directrices de tu caminar, entonces y sólo entonces podrás sentir a Cristo tan dentro de tí.
Gracias, Padre, porque siempre estás dentro de nosotros y no nos abandonas.
Manolo Ceacero.