26 de marzo de 2011

Ecos de la charla sobre Haití


Tal y como os informamos, el pasado 16 de marzo recibimos a Nati, una monja vedruna que ha trabajado como sanitaria en Haití antes y después del terremoto del año pasado. Compartió con nosotros su impresionante experiencia, y queremos dejaros algunas pinceladas de su paso por Linares. Os dejamos aquí un resumen de su intervención, con algunas fotos que nos enseñó, y arriba tenéis un pequeño vídeo con el comienzo de la charla.

EXPERIENCIA EN HAITÍ
TERREMOTO 2010

El año 2010 no ha sido para mí un año cualquiera, la tierra tembló y retembló en Haití y Dios en su gran generosidad me llamó a compartir en gratuidad con los haitianos su dolor.

Los dos primeros meses estuve en Santo Domingo en un albergue abierto para niños haitianos que sufrieron diversas fracturas de cabeza, amputaciones y brazos sin movilidad; todo esto fue muy doloroso.

Los niños estaban acompañados por un familiar, con ojos tristes y mirada perdida, sin saber qué era de su familia, o sabiendo que dos o tres hijos habían muerto. Por ejemplo Thalia, una niña de siete años con su papá...

Nuestra actividad era jugar con ellos, usando globos de colores y diversas dinámicas para que sus rostros volviera a sonreír, aprendieran algo tan elemental como comer y andar, todo eso lo habían olvidado a causa de los traumas sufridos el 12 de enero.

Viendo cómo iban recuperándose, yo misma era feliz en medio de tanta tragedia. El cariño que dábamos y recibíamos, el olvidarnos de nosotros mismos nos hacía sentir felices.

La frase que repetíamos continuamente era: “Somos privilegiados”.

Personalmente cada día daba gracias a Dios por poder estar con esos niños en este momento de dolor, por poder comer cada día con ellos y como ellos, arroz y arroz porque no había otra cosa, sabiendo además que mucha gente no tenía .ni eso. Y... ¿qué decir del agua?

VIVENCIA EN HAITÍ

Llegada nada fácil, dolor, más dolor cuando mis ojos contemplaban un país roto, destruido... mi reacción fue el silencio que se apoderó de toda mi persona.

No quedaba nada, ni casas, ni escuelas, ni hospitales, sólo veo destrucción, las lágrimas me empiezan a brotar, me invade la impotencia, una voz dentro de mí dice:”No temas yo estoy contigo”. Entonces las lágrimas se limpian, la misión me urge, me encuentro en la dura realidad de ver, oír y tocar las heridas físicas y morales de tantos niños amputados de brazos o piernas, sin familia, sin padres, sin vivienda; solo el colorido de muchas tienda de campaña, los que las pudieron tener, ponían un pequeño signo de esperanza, por lo menos allí un grupo familiar se encontraba recogido.

Más dramática aún la situación de aquellos que, después de ahora un año siguen viviendo bajo plásticos malamente sujetados con palos débiles que difícilmente pueden soportar el viento y la lluvia. Aquí valoré yo el significado de la intimidad personal y familiar.

A todo esto hay que añadir la falta de alimentos y de agua. Que dolor oírles decir “agua”, “comida”. Los niños te abrazaban, te rodeaban, pensando que les podríamos aliviar esa primera y apremiante necesidad. Mi angustia crecía ante la impotencia de no poder dar una respuesta a lo que nos estaban pidiendo.

En mi reflexión diaria, viendo el dolor de este pueblo me fui dando cuenta de lo importante que ha sido para ellos mi presencia y la presencia de todos los voluntarios: estar, escuchar, tocar, acariciar, sonreír o llorar con ellos. Desde esta comunicación gestual vi como iba llegando la sanación. Haití es un pueblo creyente, sólido en la fe que sabe acoger la cercanía humana y los gestos sencillos que pudimos ofrecerles.

Todos los valores que he ido descubriendo en el pueblo haitiano me han enriquecido, me han ayudado a valorar más la vida y a ver que la felicidad auténtica no nos la da el tener y el acumular, sino el saber acoger, incluso con un sonrisa, las situaciones difíciles que nos puede tocar vivir.

Haití, un pueblo que continúa aplastado por la situación política, el cólera, la destrucción causada por el seísmo todavía visible..., pero Haití es un pueblo que quiere seguir viviendo, por eso hay que continuar a su lado.

De este pueblo he tenido mucho que aprender, hoy no puedo menos que seguir aprendiendo... y seguir intentando por todos los medios, hacer que las personas solidarias, sin intereses, no lo olvidemos.

Me he acercado a la realidad de Haití dejándome afectar por ella, esto me ha provocado una fuerte experiencia de Dios y me ha cambiado la imagen que tenía de él.

Ahora con más autenticidad puedo decir: “Padre nuestro”

BROTES DE VIDA

• Una escuela nueva en Tabarré (Puerto Príncipe) en la que hoy hay ya 250 niños escolarizados
• Proyecto de proseguir la construcción para otros 250 niños
• Comedor para que los niños puedan tener una comida al día
• Centro de día para ancianos de la calle, ya en función.
• Tres fuentes de agua, gracias a ellas hasta hoy no se ha detectado ningún brote de cólera